lunes, 25 de mayo de 2009

Castigos y Recompensas





Recompensas y castigos.

Raúl de 4 años está en edad de llevar siempre la contraria y decir a todo que no. Esta es una fase natural de su desarrollo, no lo hace por maldad, ni porque quiera “fastidiarnos”, simplemente prueba nuestros límites. Hoy, le ha dado por usar los macarrones para el tiro al blanco, mamá se enfada y le grita, a papá le hace gracia y le felicita (tienes razón, están muy malos) ¿Qué hará Raúl la próxima vez que haya macarrones? Obviamente, tirarlos otra vez, porque siempre puede más la recompensa (reír la gracia) que el castigo (gritar)

Este es uno de los grandes principios de la psicología: la recompensa es mucho más eficaz que el castigo. Los niños no dejan de portarse mal porque se les riña o se les pegue, dejan de portarse mal cuando esto no les sirve ni para llamar la atención, ni para salirse con la suya.

Este principio ha sido muy mal entendido por los padres y educadores, nos cansamos de oír cosas como, “claro se portan mal porque ahora a nada que les haces, resulta que les causas un trauma”. Los psicólogos estamos radicalmente en contra del castigo físico, por muchas razones, el riesgo de pasarse en un momento de ira, el miedo y la frustración que generan en el niño, el que pueda desarrollar a su vez comportamientos violentos por imitación, pero la principal de todas ellas es que no sirve para nada. A corto plazo, dejará lo que estaba haciendo y nos hará caso, pero mañana, volverá a lo mismo. Lo que los psicólogos no decimos es que haya que consentirles que hagan todo lo que quieran, muy al contrario, un niño demasiado consentido no aprenderá nunca a soportar contratiempos ni dificultades, con lo que se hundirá al primer problema que tenga.

¿Qué hacer entonces? Mucho más efectivo que el castigo, es la recompensa. Pero claro, es más lenta, mucho más difícil de aplicar y requiere constancia y un gran esfuerzo de nuestra parte. En muchísimos casos, hemos creído que dar unos azotes era positivo, cuando en realidad, lo que era eficaz era el “perdón”, es decir, la secuencia habitual (salvo casos patológicos) era un niño que se portaba mal, la madre le daba unos azotes, el niño lloraba se arrepentía y era “perdonado” con abrazos y besos, siendo de verdad esto último lo que le hacía recapacitar.

Las recompensas pueden ser físicas, como una golosina o un juguete. O pueden ser inmateriales, como un abrazo o salir juntos al cine. Ambos tipos deben equilibrarse, llegando a tener más peso el segundo según el niño vaya creciendo. Lo importante es que la recompensa siempre, siempre debe darse después y no antes de que el niño haga algo bueno. “TE compro la consola ahora en reyes, pero luego tienes que aprobar el curso” Es la forma más segura de tirar por la borda todos nuestros esfuerzos. La recompensa debe ser algo que el niño se gane con su esfuerzo para que aprenda a valorar un trabajo bien echo. Muchas veces oímos, “no quiero que se acostumbre a hacer los deberes para conseguir un premio, porque tiene que hacerlo porque es su deber”. Estupendo ¿hay alguien que trabaje si no le pagan? ¿se esforzaría usted en el trabajo si supiera que nadie valora su dedicación? ¿No es precisamente por eso que el trabajo de ama de casa resulta tan poco gratificante? Lo que enseñamos a los niños con este método es que el trabajo bien hecho, tiene su recompensa.

Tampoco hay que ponerlo demasiado fácil, la recompensa es más eficaz si requiere esfuerzo para lograrla y, cosa curiosa, resulta más eficaz si no siempre se premia al niño, a veces sí, a veces no, pero no sistemáticamente para crear una expectativa de superación.

En cuanto al castigo, estamos de acuerdo en que a veces es necesario, porque hay comportamientos que no se pueden consentir por su gravedad, pero el castigo deber ser constructivo, para que el niño aprenda algo de el. Por ejemplo, quedarse si vacaciones, o sin reyes, además de una crueldad que nos puede doler a nosotros más que a ellos, son acciones de ls que no aprende nada. Es mejor plantear todas esas cosas como recompensa: si te comes las judías, tendrás postre, que como castigo: si no te comes las judías, te quedas sin postre. El castigo por tanto debe ser positivo. Existen varios tipos de castigo, dos de los más aplicados son:

- Tiempo fuera o “la silla de pensar” que consiste en poner al niño en “aislamiento”, sentarle en una silla y no hacerle caso durante tantos minutos como años tenga el niño. Es una forma de retirar nuestra atención.

- Sobrecorrección. Es una consecuencia lógica de lo que el niño haya echo, por ejemplo si ha tirado papeles al suelo, un castigo correcto es obligarle a barrer toda la casa y no solo su habitación, si ha pegado a un hermano, pues que le regale un jugete suyo y así sucesivamente.

El castigo siempre debe ser inmediato, castigar tres días después con no ver la peli del sábado, no servirá de nada, ya que el niño debe asociar el castigo con el mal comportamiento. Y se debe aplicar lo menos posible.


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